xiste un vínculo emocional entre Chanel y Mónaco. Obviamente estoy pensando en Karl, quien tuvo una presencia muy fuerte aquí y con el que he compartido momentos importantes de mi vida. Estoy muy orgullosa de que haya sido el lugar elegido para presentar la colección Crucero y de que esto siga haciendo soñar a la gente». Con estas palabras, Charlotte Casiraghi confirma que este desfile es toda y el principado –y entre Carolina de Mónaco y Karl Lagerfeld–, una historia que continúa hoy gracias a su amistad con Virginie Viard. La actual directora creativa de la casa ha elegido el Hotel Monte-Carlo Beach, lugar icónico en el que la embajadora de Chanel ha escrito muchos de sus recuerdos de verano, para mostrar su colección Crucero 2022/23: «Solíamos comer helado en la piscina, pero lo que más me gusta son sus colores: el azul del agua, el verde de las palmeras, las sombrillas de rayas... Tiene un toque del Oeste americano, de Italia y de sofisticación francesa», dice Charlotte. Este rincón de la Riviera francesa ha servido de inspiración para una colección en la que conviven a la perfección la estética deportiva (con guiños al con el estilo cosmopolita de la Costa Azul. «Virginia Viard ha reinterpretado elementos emblemáticos de Mónaco y los ha convertido en algo poético», continúa Charlotte. Y es que al combinado de inspiraciones para crear el equipaje de este crucero de lujo se unen las memorias de Karl Lagerfeld en la villa La Vigie (un maravilloso palacete con vistas al Mediterráneo convertido en refugio del káiser durante décadas), las maravillosas campañas publicitarias fotografiadas por él mismo en los 90 (con Linda Evangelista y Christy Turlington vistiendo sendas chaquetas de lentejuelas y asomadas a los balcones de la villa) y las seductoras instantáneas tomadas por Helmut Newton en Mónaco. Todo este de influencias (el universo automovilístico, el tenis, el el casino, la elegante Riviera...) de uno de los estados más pequeños del mundo se materializa en una gran colección en la que conviven monos de carrera reinterpretados en o en seda estampada con la doble C, pantalones en tonos metalizados, bañadores (llevados a modo de top) en el tan característico de la etiqueta pero esta vez emulando banderas de carreras, y chalecos de cuero en tonos fuego, minivestidos trampantojo, faldas plisadas y conjuntos de sastre en clave al más puro estilo tenis, como adoraba Coco Chanel. ¿Los accesorios? en forma de casco, bolsos con la silueta de la raqueta, collares en los tonos turquesa del mediterráneo, joyas en clave pop con pendientes de aro que recuerdan a las fichas del casino o salones aptos para hacer La noche se torna aristocrática con un vestido asimétrico en palabra de honor, evocando el encanto de Carolina de Mónaco en los 80, con la que Virginie Viard recuerda su primer encuentro, en la playa, donde la princesa apareció enfundada en un vestido de chifón, medias transparentes y tacones altos. Otro tributo a la familia monagesca es la chaqueta azul de lentejuelas, que adopta la forma de una en rojo y crudo que perteneció a Grace de Mónaco, combinada con una falda blanca de guipur. «Recuerdo cuando tenía seis o siete años y venía a reunirme con mi madre a la villa después de un día de playa con mis hermanos. Había un estudio fotográfico instalado en la terraza y ella estaba vestida con un suntuoso vestido azul de lentejuelas. Karl la estaba fotografiando y yo quedé deslumbrada por su belleza y por el ambiente mágico de esta casa», Chalotte Casiraghi
