ENTRE RASCACIELOS, JUNG IL NAM DIRIGE su consulado alemán. Un taller impecable y un área de limpieza para los más exigentes en Busan (Corea del Sur). Allí tres empleados lavan a mano un BMW M 760 Li, y una máquina Kärcher de agua a presión zumba a su lado. Parece que la minuciosidad alemana encaja bien con la precisión coreana. Un lavado básico cuesta el equivalente a 26 euros y el programa de cuidado completo, 225. Los productos necesarios provienen de ese país europeo. Cuando Jung Il Nam se da cuenta de que el visitante es de allí, dice: "¡Ay, las Autobahn! [autopistas con tramos sin límites genéricos de velocidad]". Jung Il Nam no habla alemán, pero ha estado afinando y limpiando coches bávaros durante tres años y las cosas le van bien.
Aquí, en Corea del Sur, sucede algo parecido a otros lugares del mundo: la ingeniería alemana es ha aumentado. Mercedes vendió aquí 76.000 vehículos en 2021; BMW, alrededor de 66.000. ¿Es mucho? Pongámoslo en contexto para dar una respuesta: los dos líderes del mercado local, Hyundai y Kia, sumaron casi 1,3 millones. Además, alrededor del 80% de todos los automó- viles vendidos provienen de la producción nacional. Y así, al conducir en las calles de una metrópolis de 3,5 millones de habitantes como Busan te encuentras cosas como taxis eléctricos Ioniq 5, berlinas de lujo Genesis… y coches como el Kia Carnival, que ya no se ofrece con altísima tecnología, sino como lujosa y espaciosa con asientos de salón de cuero acolchado, cortinas gruesas y función de masaje de pies en la parte trasera.