Con el Reino Unido y el mundo todavía en shock por el fallecimiento de la reina de reinas, hecho público en la tarde del jueves 8 de septiembre, un día después, su féretro permanecía en el Castillo de Balmoral, Escocia. Su hijo, el ya rey Carlos III, que la sucedió de manera automática, regresó a Londres, donde mantuvo una audiencia con la nueva primera ministra, Liz Truss, y ofreció un discurso televisado a la nación. Aunque su “día grande” tendría lugar en la mañana del sábado 10. El primogénito de Isabel II era proclamado rey de manera oficial en el Palacio de Saint James, ante el llamado Consejo de Ascensión al Trono, compuesto por políticos retirados y en activo, altos cargos eclesiásticos, jueces y otras figuras públicas.
Consorte y heredero
Y muy pendientes de él, la reina consorte, Camila, y su primogénito y heredero, el príncipe Guillermo. Todos iban de riguroso luto, sin medallas ni condecoraciones. Participaban en un acto solemne retransmitido por primera vez: la proclamación de un monarca, en cuyo juramento, entre otras cuestiones, garantizó la protección de la Iglesia de Escocia –también es cabeza de la Iglesia Anglicana–, sin olvidar Escocia, Gales e Irlanda del Norte, así como los países de la Commonwealth.
Y destacó su discurso, ensalzando los valores que representó su madre: “Supuso un ejemplo de vida, servicio social… Su reinado fue