Los Ángeles, 2019. Rachel es una robot fabricada con tejidos humanos, incluido el cerebro, con capacidad para sentir emociones, almacenar recuerdos, actuar por voluntad propia. Tan perfecta, que el agente especial Deckard no tiene reparos en enamorarse de ella. A sus ágiles congéneres Roy y Pris les pasa lo mismo, mientras luchan a contrarreloj contra la fecha de caducidad con la que han sido programados. Hasta el pobre Deckard puede que sea un replicante y ni siquiera lo sepa… Hoy, treinta y siete años después del estreno de Blade Runner, la predicción futurista del director Ridley Scott anda todavía muy lejos de la realidad. Aún tiene poco que ver con los robots meseros que sirven comidas en el restaurante Robot.He de Shangai. Son un buen reclamo turístico pero, aparte de que su conversación no es ni la mitad de interesante que la del replicante Roy, salpican de sopa a los clientes y se tropiezan unos con otros de camino a las mesas.
Es cierto que, como en Blade Runner, los robots están ya entre nosotros, con una población actual de más de 2,7 millones, según la Federación Internacional de Robótica. Y eso, si contamos solo a los que trabajan en fábricas. Una cifra que promete aumentar de forma exponencial en los próximos años, hasta el punto de que, en 2030, reemplazarán 20 millones de empleos que hoy realizan los humanos, de acuerdo con un informe de Oxford Economics. ¿Qué lugar ocuparán en nuestra vida? ¿Cuáles son los cambios que traerán los androides debajo del brazo en esta década? ¿Dejarán a los seres humanos a la altura del betún, arrinconados por sus prodigiosas capacidades de supercomputación?
del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), cómo