Car España

Al servicio de su majestad

y justo cuando empezamos de becarios en el mundo del motor, comenzábamos a viajar a los salones internacionales del automóvil, y en concreto al anual de Ginebra. La cita Suiza, quizá la más bella y apasionante del momento, siempre estuvo presidida por los grandes preparadores, carroceros y escuelas de diseño europeas. Todos estos hacían de Ginebra una muestra maravillosa, llena de encanto, y donde los personajes más influyentes del mundo comenzaron a encargar sus y blindados antidroga. Entre todas las firmas de tuning de marca, había una que resaltaba demasiado y esa era, sin duda, Brabus. Yo siempre pensé que la traducción sería “Bravo” en algún idioma del Este; pero no, eran las siglas de los apellidos de los dos fundadores. El caso es que siempre que ibas al de Brabus, parecía que pasabas de una Alemania a la otra. Si había algún gerifalte o futuro cliente ruso, indio o africano, clausuraban la exposición hasta que se cerraban los pedidos. Entre todos los empleados y comerciales, sobresalía un tipo grande, de gravedad, inolvidable por sus trajes inmaculados, sus camisas blancas almidonadas y sus estrechas corbatas oscuras, heredadas del rancio estilo de los directivos de Daimler. El jefe se notaba a distancia, no hacía falta preguntar por él. Era todo, como un Brabus... En los años 70 y cuando muchos talleres alemanes querían personalizar los Mercedes-Benz para quitarles seriedad, Brabus destacó muy pronto, desmontando los coches hasta el último tornillo y metiendo motores V12 y V8 donde ni si quiera había espacio. Poco a poco, vimos evolucionar a un Brabus que no se conformaba con añadir alerones o asientos cosidos a mano a un coche de serie. Mr. Brabus siempre fue un personaje rebelde, que no quiso conformarse con ser el hijo del dueño de un concesionario Mercedes-Benz, y creó el imperio que hoy es Brabus, con 350 empleados, y modificando miles de coches al año. Brabus se convirtió en una de las empresas del gremio automovilístico más golosas del planeta, que en definitiva modifica juguetes para mayores, que es lo que le encanta a la gente bien, ser único. Y hoy no solo coches de Mercedes-Benz o Smart, sino también lanchas rápidas, motos especiales o jet privados. Observador como nadie, Mr. Brabus siempre fue amable con el que suscribe y todavía hoy nos preguntamos el porqué de esa proximidad, cuando lo único que teníamos que ofrecer era una máquina de escribir eléctrica… Bodo, el señor Brabus, siempre adoró a la prensa, era su mejor altavoz. Era el gran jefe que vendía sus Smart en los concesionarios de Mercedes-Benz de todo el mundo y que hacía que la gente quisiese más Brabus, más potencia, más personalización, y así acabó vendiendo Clase G y Clase S de hasta 2,5 millones de euros. Bodo fue el hombre que hizo del tuning una marca de prestigio como son hoy Dior o Rolex. Mr. Brabus siempre aparecía rodeado de millonarios llegados de todo el mundo, como si fuera una estrella del cine o del americano. Todos le rendían pleitesía, era el sastre de los ricos más ricos del planeta, de los hijos de los mandatarios de África o India, que acudían con el dinero en mano por castigo. Mr. Brabus era el elefante sagrado, al que luego se bautizó como el artesano de Mercedes-Maybach, con permiso de Su Majestad. Era el único hombre del planeta que hacía esperar a los jefes de estado y banqueros oscuros – hasta dos años– para recibir sus coches sin estrella, porque él la cambiaba por una B, y a la gente le encantaba. Mr. Brabus se apagó hace cuatro años, “se llamaba” doctor Bodo Buschmann. Hoy, por suerte, la empresa no ha salido del ámbito familiar, y está capitaneada y presidida por Constantin Buschmann, el hijo predilecto del recordado Bodo, al que enseñó, desde que tenía tres años, a susurrar a los coches. Justo el 26 de abril de este año, y coincidiendo con el cuarto aniversario del fallecimiento del gran jefe, el equipo de Panerai y de Brabus nos citó en Palma de Mallorca para conducir sus juguetes más preciados, y conocer el reloj que les une y del que será difícil hacerse con una de las 200 unidades fabricadas, a 47.000 euros… Eso tiene la exclusividad y es que, con facilidad, se llega tarde…

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