Críticas
Alcarràs
Alcarràs (España, Italia, 2022, 120 min.). Dir.: Carla Simón. Int.: Jordi Pujol Dolcet, Anna Otin, Xènia Roset, Albert Bosch, Ainet Jounou, Josep Abad, Montse Oró, Carles Cabós. DRAMA.
El trabajo no es una condena para el hombre. Es una oportunidad para expresarse. Pero el trabajo, tal y como lo organiza la sociedad, se convierte a menudo en una condena. Estas palabras de Ermanno Olmi, director de El árbol de los zuecos, referente ineludible para esta magistral Alcarràs, definen con precisión el modo en que la agricultura, como el cine, es fuente de vida. Desde el regreso a nuestras raíces, desde la dignidad que emana de cultivar la tierra (pero también las imágenes) para el placer de la comunidad, el individuo puede impregnar los frutos de su trabajo de una emoción compartida, solidaria y generosa. Lo que no significa que Alcarràs sea una película refractaria al progreso, porque lo que hace es reivindicar que todo cambio tiene que estar canalizado a través de nuestra relación sostenible con la Naturaleza, lejos de ese control social que Olmi veía como un castigo para el trabajo bien hecho.
Si, en El árbol de los zuecos, Olmi se alimentó de los recuerdos de sus abuelos campesinos en la Lombardía de finales del XIX, Simón hace lo propio con los de sus tíos leridanos. Como en la magnífica Estiu 1993, la autobiografía abona el campo de la experiencia sensible, que, aquí, se derrama en un retrato de una familia que debe enfrentarse al ocaso de una manera de entender el mundo.
La memoria individual no eclipsa la memoria histórica, porque la tierra también es el pasado que labramos.
La fuente de la vida. Uno de los retos que la película se plantea, y de la que sale victoriosa, es individualizar los puntos de vista de un protagonista coral a partir del trabajo de cámara y del montaje, y de la entrega de una pandilla de actores no profesionales que muy pronto sentimos como nuestra propia familia. Cada personaje tiene entidad dramática, posee una subjetividad que se presenta al espectador desde una transparencia milagrosa, como si la realidad de sus miradas –sus dudas, sus conflictos, su compromiso con la vida– hubiera nacido para que Simón las filmara. No se apela a la trascendencia mística de la relación con la tierra, sino a una cierta poética del pragmatismo y la concreción. Lo bello de Alcarràs reside tanto en el espíritu de lucha, de resistencia, de un colectivo, como en la aceptación de un futuro en plano general, donde siempre quedarán, como huellas indelebles de la memoria, el sabor de las comidas al aire libre, el aroma de los melocotoneros en flor, la calidez de una canción campesina que no es más, ni menos, que la vida desplegándose ante nuestros ojos. Sergi Sánchez
Entrevista con Carla
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