El embajador rojo
OCTUBRE DE 2004, Marc estaba en su casa cercana a Barcelona intentando distraerse leyendo una novela de John Le Carre. Necesitaba reducir la tensión: el equipo Williams había decidido no renovarle su contrato de piloto probador. Su carrera profesional corría peligro. Aquel mundo de los monoplazas en el que había crecido desde 1992 estaba a punto de desaparecer si no ocurría algún milagro.
Le resultaba difícil concentrarse en las andanzas del espía triste George Smiley, el personaje central de la novela.
“He enviado al menos una docena de faxes, ya he tenido varias negativas, quién me responderá con un sí?”. De repente sonó su móvil. Se irguió al instante, lo miró y se abalanzó sobre la mesa del salón y en menos de un segundo, ansioso, lo levantó y abrió la tapa plegable del Nokia. El corazón le dio un brinco. Prefijo “39”, el de Italia, pero el número que seguía no lo conocía.
“¡PRONTO..!”
“Signor Gené, la chiamo per conto del signor Todt, aspetti un
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