Epopeya de un modisto
los comienzos. O puede que lo más acertado sea sugerir que lo importante es no olvidarlos. A veces, para aprender de la inexperiencia a la que van sujetos; otras, para simplemente enaltecerlos. Y todo apunta a que cuando en plena posguerra –entre la austeridad y la contingencia de las cenizas todavía humeantes que dejó la II Guerra Mundial, la considerada ‘peor contienda de Europa’– un joven diplomático sin ganas de serlo asumió las riendas de su vida dedicándose a su auténtica vocación, la moda, su particular estallido en un oficio tendría más de éxito histórico que de arrepentimiento. Fue así. Christian Dior (Granville, Francia, que después le sobrevivió, y un año después, cuando se convirtió en el progenitor del concepto ‘New Look’. Aunque su inclusión en el sector se remonta a tiempos de Robert Piguet, este propuesta fue la que dio sentido a su genio y a la colección Corolle que se presentó ese mismo año [1947] y definía una forma de vestir voluptuosa y enfática de la silueta femenina en años de resaca bélica. Lo que pudo parecer el procedimiento lógico en el despegue de la carrera de cualquier modisto, fue un punto de inflexión en una industria que se manifestaba cauta, bien por los tiempos que corrían o por la falta de creatividad.
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