EL FUTURO (ECONÓMICO) YA NO ES LO QUE ERA
Son muchas las personas que saben que Neil Armstrong fue el primer ser humano en dejar su huella de astronauta sobre la superficie de la Luna, allá por agosto de 1969. Sin embargo, casi nadie recuerda el nombre de Eugene Cernan, colega de profesión y de hazaña, aunque mucho menos rememorado en el imaginario colectivo del siglo XX.
Embutido en uno de aquellos trajes de la NASA, él fue el último hombre que se dio un garbeo (lo que los americanos llaman moowalking) por ese pedazo de queso brillante que vemos cada noche –recortado en un rincón del cielo– desde nuestra ventana. Lo hizo a bordo de la misión espacial Apolo XVII, en el año 1972, por lo que a lo largo de este 2022 que ahora arrancamos se conmemorará el 50 aniversario de tal efeméride.
Cuando los científicos, pensadores y escritores de aquellos días imaginaron cómo sería nuestro mundo medio siglo después (es decir, justo ahora) muchos presintieron que en aquel lejano horizonte habría comenzado ya la colonización de algún planeta exterior – seguramente, Marte–, gracias a vanguardistas cohetes impulsados por energía atómica. Incluso, tal vez, la URSS y China habrían alunizado también y desplegado en nuestro satélite una primera base internacional junto a Estados Unidos.
Lo cierto es que ya han transcurrido esas cinco décadas de tiempo referidas y la tozuda realidad nos muestra que ni siquiera hemos regresado a Luna desde entonces. Marte
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