Carlitos
CARLITOS REMATA CASI CADA RESPUESTA CON UNA SONRISILLA NERVIOSA QUE TE DESARMA
Carlitos te cuenta que solo tiene un lema, que lo ha tenido siempre, que lo primero que hay que ser es buena persona, y luego ya si eso(“la gran sensación en el futuro del deporte”) o John McEnroe (“va a ganar muchos grandes”) sepan de su existencia. Carlitos se viene arriba y te asegura que mecánicamente cree que es bastante bueno y que no tiene que mejorar demasiado, y Carlitos se viene abajo y te confiesa que ser abucheado por miles de personas en el Masters de París fue el peor momento de su vida y que esa parte sí, que eso hay que trabajárselo. Carlitos te confiesa que tuvo que borrar algunos posts cuando “profesionalizó” su Instagram... pero no muchos. Carlitos te asegura que si hay algo a lo que no renunciaría jamás por conseguir el éxito es a su esencia, a su persona. Carlitos te dice todo esto y te explica por qué aún sigue firmando como Carlitos. Porque sí. Porque quiere que los que le conocen sigan llamándole Carlitos. Porque es como siempre le han llamado. Porque no quiere que ahora, de repente, porque haya crecido o porque sea tenista empiecen a llamarle Carlos. Porque no quiere que los demás dejen de verle (y a lo mejor él mismo no quiere dejar de verse, y esa es la clave) como el chaval que ha sido siempre. Y por un momento se te olvida que Carlitos es Carlos Alcaraz, el protagonista de la irrupción más espectacular de los últimos tiempos en el mundo del tenis. El tenista que empezó 2020 en el puesto 490 de la ATP y comienza 2022 en el 29. El cuarto finalista más joven de la historia del US OPEN. El más precoz en sumar 30 victorias en una temporada desde Nadal. La punta de lanza de la nueva generación de deportistas españoles. Y lo miras por última vez mientras sonríe nerviosamente y piensas que sí, que, afortunadamente, el futuro era esto.
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