EL SITIO DE LENINGRADO Y LA SINFONÍA QUE DESAFIÓ AL TERCER REICH
El 8 de septiembre de 1941, dos años después del inicio de la Segunda Guerra Mundial, el ejército alemán tomó la localidad de Shlisselburg, situada en el noreste de Rusia, a orillas del lago de Ládoga, y cerró un círculo alrededor de Leningrado (en la actualidad, San Petersburgo), que quedó aislada del resto de la Unión Soviética. Empezó así el sitio a una ciudad más mortífero de la historia. En los 872 días que transcurrieron entre esa fecha y el 27 de enero de 1944, cuando se levantó el cerco, murieron alrededor de un millón de personas, la mayoría de hambre y frío (las estimaciones van de 750 000 a 1 200 000, según las fuentes). Ha habido en la guerra moderna algún asedio más largo –el récord lo tiene el de Sarajevo, que en los noventa, durante la guerra de Bosnia, se prolongó casi cuatro años–, pero ninguno que se acerque ni de lejos a tal número de víctimas.
Estas terribles cifras van en consonancia con la extrema brutalidad de la guerra en el Frente Oriental, mucho mayor que la de los países del oeste europeo. Hitler mantenía un mínimo de respeto por los pueblos de Europa Occidental –especialmente por los nórdicos, con los que veía un cierto parentesco racial–, pero calificaba de a los eslavos y pensaba que debían ser exterminados o esclavizados. En el Plan General del Este y
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