La primera impresión de Tallin suelen obtenerla los viajeros desde el mar. Así pueden ver a la Ciudad Vieja amenazar al cielo con sus muchas agujas y a la antigua zona industrial de Telliskivi y Kalamaja hacer lo propio con unas enormes chimeneas.
Aunque cuenta con un aeropuerto cercano y accesos por carretera desde las ciudades de Riga y San Petersburgo, lo cierto es que la mayor parte de los viajeros llegan a la capital de Estonia en alguno de los cruceros que recorren el mar Báltico o en el ferry que cruza el golfo de Finlandia desde Helsinki, distante a 82 kilómetros. De hecho, el viaje de dos horas y media en ferry desde Finlandia en un barco con tienda libre de impuestos, música en vivo para bailar, máquinas traga-monedas y karaoke, entre otras atracciones, explica en parte el esplendor económico que vive Tallin, puesto que cientos de finlandeses visitan la ciudad cada día para hacer compras a precios más bajos y, de paso, disfrutar