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De qué se ríe Ava Max

s gracioso porque el otro día me probé una peluca que era igual de larga por los dos lados y parecía otra persona distinta», se ríe Ava Max (Milwaukee, 1994), refiriéndose a su su corte de pelo a la altura de los hombros y con un lado más largo. Es una de sus señas de identidad, como el color rubio platino de su melena, que se ha hecho tan popular como el de su álbum debut, Su imagen es tan increíble y personal que le pregunto cómo lo hace para ir a los sitios sin que la reconozcan. «Uso gorros de pescador–dice divertida–. ¡Los tengo de todos los colores!». Ava charla con COSMO desde su casa en Studio City, Los Ángeles. Y no para de sorprenderme. Porque, por ejemplo, exceptuando su pelo, su aspecto es superdiscreto, para nada el de esa estrella del pop que se presentó a los premios MTV 2019 vestida de superheroína y a quien más de una vez se ha comparado con Lady Gaga. de Venice Beach. Unas Converse completan el deportivo pero femenino. «Tiene que ser un poco las dos cosas», dice segura para volverme a dejar helada con su siguiente afirmación: «Tal vez para los próximos discos me rape la cabeza. ¡Pero sólo la mitad! Porque la dualidad siempre estará presente en mi vida». Los que la han seguido desde que alcanzó el éxito hace tres años con (que se ha escuchado más de mil millones de veces en internet) saben de qué estamos hablando. Al igual que su cabello y su forma de vestir, también su música reúne dos características. De hecho, su primer disco puede dividirse entre una parte con canciones empoderadoras y otra con melodías que exploran aspectos menos dulces de las emociones y los altibajos de la vida… Cuando tiene lugar esta entrevista, la cantante está a punto de salir de gira con Maroon 5 para participar en cuatro de sus conciertos en EE. UU. Hace más de dos años que no lo hace. A principios de 2021 se encerró en el estudio de grabación para trabajar en su segundo álbum (aún sin título). No quiere desvelar nada de su nuevo trabajo, ya que la fecha de lanzamiento queda lejos, pero sí dice que esa dualidad está garantizada: «Te hará bailar y llorar al mismo tiempo». El sencillo (lanzado en junio) da una pista del tono. «Serán canciones más emotivas. Este álbum no podría ser más personal», dice. Entonces, ¿sobre qué ha estado escribiendo? «Sobre las relaciones amorosas–contesta tajante–. Nunca son perfectas y quería hablar de por qué es normal sentirse un poco confundida. Si de verdad amas a alguien, lo que hay que hacer es afrontar las dificultades». Es una cuestión interesante, dado que Ava siempre ha guardado silencio sobre este tema. «Estoy viviendo un momento bastante confuso», se ríe cuando le pregunto si sigue sin pareja. «Digamos que no me ha ido muy bien en el amor. Me gusta amar, pero todavía no he conseguido lo que quiero». ¿Sus nuevos temas le han servido de terapia? «Eso es. Todo ha nacido de mi interior. No tenía pensado hacer un álbum tan personal, pero cualquier cosa que escribía tenía algo que ver con lo que me estaba pasando, así que son letras que resultan cercanas». Esa proximidad es clave en sus logros, que no son nimios: un contrato récord cuando sólo tenía 22 años, en 2016, y un lugar en la prestigiosa de Forbes en 2021 (la lista de los jóvenes con más talento). Sobre el papel, puede parecer impresionante, pero su camino hacia la fama no ha sido fácil. Su madre, cantante de ópera, y su padre, pianista, huyeron de Albania tras la caída del comunismo en 1991. «Cuando llegaron a EE. UU. con mi hermano de 7 años, mi madre estaba embarazada de mí–explica–. No sabían hablar inglés ni disponían de dinero y tuvieron que trabajar en tres sitios a la vez para salir adelante». Ella nació en Milwaukee (Wisconsin) con el nombre de Amanda Koci y su infancia la pasó en Virginia. «La verdad, no sé cómo lo hicieron mis padres. Se sacrificaron tanto que ahora estoy dispuesta a darles todo lo que quieran». De hecho, se emocionó cuando pudo comprarle a su familia una casa en The Valley, no muy lejos del barrio de Los Ángeles en el que vive ahora. «La gente me dice: “Debes ser muy feliz, ganas mucho dinero”, pero yo no lo veo así. Para mí, el dinero es una forma de poder ayudar a los demás». Ver cómo luchaban sus padres ha influido en la forma en que ella ha afrontado su carrera. «Sé que suena a cliché, pero nunca me rindo. Pienso que tengo que hacerlo no sólo por mí, sino también por mi familia. Ellos renunciaron a tantas cosas que no puedo rendirme. Eso no entra nunca en mis planes». Ha habido ocasiones en las que lo más fácil para Max, que adoptó el nombre artístico de Ava a los 14 años, cuando su familia se mudó a Los Ángeles para darle un empujón a su carrera musical, hubiera sido doblar la rodilla. De hecho, escribió el en respuesta a cómo la había tratado la industria de la música en sus comienzos. «Durante aquellos años conocí a muchos letristas y productores y nadie se molestó en darme ni la hora. Se reían en mi cara y me decían: “Nunca lo conseguirás”. Fue muy duro, no voy a negarlo. No sabía si lo lograría o no, lo único que sabía era que aquello era lo que me gustaba hacer». Lo tenía claro desde los 15 años, cuando se mudaron a Carolina del Sur y la matricularon en el instituto (después de años de educación en casa). Ella intentó llevar una vida pero sólo le supuso más problemas. «Se metían conmigo, porque era la chica nueva», dice. Se la ve cómoda en la entrevista y nos hace una revelación: «Nunca había contado esto antes. Un chico me invitó a salir y fuimos a casa de sus padres. Trató de besarme y lo siguiente que vi fue un grupo de animadoras mirando por la ventana y riéndose en mi cara. Él me dijo: “¡No quiero salir contigo! ¡Era una broma!”. Aquello me hizo más fuerte. Y fíjate, todavía hoy, cada vez que lloro, me hago un poco más fuerte», se ríe. Es la letra de su último tema. Bromas aparte, ¿cómo superó una situación así? «Creí que el mundo se hundía bajo mis pies. No paraba de llorar y le decía a mi madre: “Tenemos que irnos. No quiero estar aquí. Este no es mi hogar”. Pensé en encerrarme en mi habitación y dejar de ir a clase. Fue un año triste. Pero maduré mucho y muy rápido». Dos años más tarde, Max estaba de nuevo en Los Ángeles, de vuelta al mundo de la música, pero aún le quedaba por descubrir el lado más oscuro de esta industria. Cuando conseguía un hueco en un estudio, se dedicaba a escribir y grabar para productores que las utilizaban para chantajearla. «Jugaban conmigo porque me consideraban una niña. Y me solían decir: “Si tú haces esto, yo puedo hacer esto otro…“».

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