OTRA COSMÉTICA
n cosmético –especialmente si pertenece al selecto grupo de la alta cosmética– está concebido como un regalo. Antes de llegar a la crema o el perfume que guarda en su interior es necesario cumplir con todos y cada uno de los pasos que componen el rito: eliminar primero la fina envoltura de celofán transparente que lo precinta, recrearse antes de abrirla en la textura del cartón de la caja, en la sofisticada impresión del nombre del producto. Una vez abierta, tal vez se pueda acceder ya a la crema, el perfume o a la maravillosa combinación de sombras de ojos aunque lo más probable es que aún haya que retirar el cartonaje interior que protege el tesoro en sí, y, si se trata de un cosmético, también el interminable folleto de papel con las características de la fórmula o las instrucciones de aplicación escrita en una docena de idiomas. El objeto de deseo, el regalo, ya está a la vista: tendrá un envase pesado porque el lujo pesa, decía Tom Ford – e irá acompañado de pequeños accesorios, espátulas
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