… Y Dios creó al hombre
Despedido con honores de Estado, admiración y respeto de sus compañeros de profesión (comenzando por un afligido Alain Delon, su amigo de toda la vida) y agradecido cariño del pueblo francés, Jean-Paul Belmondo (Neuillysur-Seine, Francia, 1933) representó de la más consensuada manera la esencia de un cine, no solo el francés, que seguramente no exista ya. Nadie como él prestó rostro (de feo-guapo) tanto a una joven intelectualidad revolucionaria e inquieta como al espectador medio deseoso de vivir mil y una aventuras y emociones ante una gran pantalla.
La Nouvelle Vague halló, en las rudas (esa nariz fruto de una juventud de boxeador) pero simpáticas facciones de Belmondo, un intérprete educado como actor en el teatro clásico, el(1960) de Jean-Luc Godard, con quien repetiría varias veces más, la de (1965) la más emblemática. Trabajó con Jean-Pierre Melville Claude Chabrol François Truffaut Louis Malle o Alain Resnais E incluso en Italia rodó con Vittorio De Sica y junto a una oscarizada Sophia Loren en (1960).
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