ALASKA UN ERIAL QUE RUSIA NO DUDÓ EN VENDER
En 1867, el herrero finlandés Thomas Ahllund desoyó el consejo de sus camaradas y aceptó trabajar en Alaska, entonces parte del Imperio ruso, para la Compañía rusoamericana. Él y cuarenta y siete novatos más partieron, así, hacia “la Siberia de Siberia”. A su llegada a Nuevo Arcángel (hoy Sitka) fueron llevados ante el gobernador, Dmitry Petrovich Maksutov, quien les adjudicó los trabajos y les mostró sus barracones. Ahllund no quedó impresionado con su dormitorio, una austera sala que debía compartir con cincuenta personas más, con un evidente problema de saneamiento. En una visita unos años antes, el británico George Simons dijo que aquel poblado le había parecido “el lugar más miserable que había visitado jamás”. Además, una dieta basada en pescado seco y en una carne más bien escasa hacía que el escorbuto fuera una constante, con brotes mortíferos en 1805 y 1821.
Para empeorar las cosas, casi a las puertas de Nuevo Arcángel habitaba un
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