LA FASCINANTE RELACIÓN ENTRE SEXO Y HUMOR
odo empieza con una sonrisa. Si la mirada localiza y percibe posibilidades amatorias, es la sonrisa la que las confirma. Los amantes se convierten en amantes al sonreírse, cuando el humor ha establecido una estrecha vinculación entre ellos. No nos lo cuentan las crónicas, pero con seguridad que Julieta Capuleto y Romeo Montesco se sonrieron, como lo hicieron Helena y Paris, Bonnie y Clyde o Shah Jahan y Mumtaz Mahal. Luego, cada historia tuvo su particular desenlace, de la guerra de Troya al Taj Mahal, pero lo que todas compartieron, sin duda, fue una sonrisa inicial. Nuestra condición de seres dotados de humor que se sonríen y la de seres sexuados que interaccionan eróticamente guardan una estrecha y fascinante relación. Una historia de afinidades, complementariedades y coincidencias tan estrechamente ligadas que casi se podría afirmar que sin el sentido del humor una interacción siempre está en carencia y, sin el hecho sexual humano, no tendríamos por qué reírnos. La primera afinidad que comparten humor y sexo es el acortamiento de la distancia. Decía Bernard Shaw que “la distancia más corta entre dos seres humanos es la risa”. Si alguien le puede disputar a la risa esa primacía de acortar la distancia es el sexo. Sin importar la distancia espacial, la distancia existencial se estrecha inevitablemente; los que se ríen juntos y los que se besan están muy cerca, por más que se
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