ANTONI GAUDÍ
El pequeño Antoni veía a su padre hacer calderas. Las láminas de cobre se transformaban en recipientes gigantes en sus manos, a los cuales daba nueva vida y forma. Una labor que también había realizado su abuelo materno. Y, antes, otros de sus antepasados dedicados al trabajo artesanal. Así que creció él conociendo el poder transformador de la imaginación, que convierte cualquier material en objetos bellos y funcionales. Un proceso mágico, como plasmó en su arquitectura.
Era un niño retraído que enfermaba con facilidad, pero le animaba diseñar escenografías para las obras de teatro de su escuela primaria y, desde ahí, se notó la vena artística que definiría su vida. Asimismo, fue el menor de cinco hermanos, de los cuales dos no llegaron a ser adultos. Fue trágico que más tarde fallecieran también su hermano Francesc, a los 25 años, y su hermana Rosa, a los 35. Solamente Antoni llevó en vida el apellido Gaudí al siglo XX y, aunque no tuvo descendencia, gracias a su obra lo ha perpetrado para siempre.
GENIALIDAD O LOCURA
Nadie sabía catalogar a Antoni Gaudí. Era un estudiante que trabajaba con arquitectos reconocidos, pero que no sobresalía en sus calificaciones. En las clases parecía pensar en otras cosas, como en sus actividades extraescolares. Hay que decir que no trabajaba por
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