LAS MEJORES PELÍCULAS DE LA DÉCADA (1991-2000)

Continuamos nuestro recorrido por lo mejor que nos ha dejado el cine en las distintas décadas abordando las mejores películas que pusieron fin al siglo XX, un momento en el que el mundo y el cine se mantenían todavía en la ignorancia de los acontecimientos que iban a cambiar drásticamente el mundo en el siglo XXI.

Históricamente, los noventa serán recordados sobre todo por las consecuencias de la caída del Muro de Berlín en noviembre de 1989, como fueron, en 1991, el final del denominado Telón de Acero y la desintegración de la Unión Soviética, con un cambio de paisaje de poderes en el mundo cuyos ecos iban a dejarse notar en la desintegración de Yugoslavia y la guerra de Bosnia o la guerra del Golfo. Estos acontecimientos fueron indicios que marcaron los noventa como la última década en la que nuestro mundo conservó por última vez cierto grado de falsa previsibilidad e inocencia primaria en las ficciones audiovisuales, algo que desapareció definitivamente en septiembre de 2001 tras los atentados terroristas que derribaron las Torres Gemelas y se ha vuelto a someter a un impacto internacional de choque con la realidad con la pandemia de la COVID-19 en 2020.

Los noventa fueron también la década de la era Clinton (and Lewinsky) y su polémica sobre si el sexo oral es o no sexo (¿en serio?); el tratado que instituyó la Unión Europea (a ver, unidos, unidos tampoco, amigos de copas y ya); el Windows 95 (las ventanas se multiplicaban al ritmo de La ventana indiscreta de Hitchcock); la clonación de la oveja Dolly (una oveja, dos ovejas, tres ovejas… zzzzzzz); el nacimiento del DVD (sigue vivo todavía hoy, a pesar de la competencia); la guerra de Kosovo, el desarrollo de internet (ese antro de porno y perdición…, entre otras aplicaciones más edificantes, por ejemplo los vídeos del canal de esta revista en YouTube, que no deben dejar de visitar); además, en 1993 Motörhead sacó su álbum Bastards, que incluía uno de sus mejores temas, “Born to Raise Hell” (que, por cierto, estoy escuchando mientras escribo esto), y en 1995 se formó en Des Moines, Iowa, la banda de metal Slipknot, que es una de las favoritas del perpetrador de este texto.

Seguramente, pasaron otras cosas, pero ahora mismo prefiero dedicar el resto del espacio de este artículo a entrar en materia y abordar las listas que hemos votado redactores y lectores para señalar las mejores películas de la década.

Coincidencia absoluta entre lectores y críticos

Circunstancia muy elocuente y al menos para mí también edificante: la coincidencia absoluta de la media de lectores y críticos respecto a las dos películas que encabezan la lista, y en el mismo orden: Pulp Fiction (1994) y Sin perdón (1992). Ni que nos hubiéramos puesto todos de acuerdo para conseguir exactamente ese resultado en las dos listas. Elocuente y edificante, porque confirma lo que ya sabíamos: que en esta revista lectores y redactores están muy cerca en lo esencial, y eso es lo que hace que ACCIÓN sea ACCIÓN. Somos, más que nunca, un equipo.

El reinado del cine policiaco entre la crítica

Pulp Fiction es el circo de tres pistas más logrado de Tarantino. Aunque como ya he explicado en mi ficha de Reservoir Dogs (1992) y en el artículo ficha a página de Sin perdón en este mismo número, yo tenga otra opinión, reconozco el poder de convocatoria de Pulp Fiction que, además, me atrevería a decir que es un buen retrato o termómetro del tono emocional promedio del cine de los años noventa, que tantas veces intentara imitar, sin éxito, esta inimitable propuesta de Tarantino. Es más, sospecho que el propio Tarantino ha intentando imitarla varias veces en su carrera, con resultados dispares.

Respecto a El silencio de los corderos, claramente hizo escuela, reinventó el tema de los asesinos en serie, que por otra parte están presentes en el cine desde que Robert Wiene pusiera a matar al sonámbulo Cesare en El gabinete del doctor Caligari en 1920 o Fritz Lang tomara como modelo un psicópata real para perfilar el prototipo del asunto en M, el vampiro de Düsseldorf allá por 1931. Es mejor película, pero reconozco que sobre ese tema me gusta más Seven (1995), de Fincher, que en la lista de redacción está mordiendo los talones a la de Hannibal el Caníbal, pero en la de lectores baja al puesto 12.

Tras estas dos, la media de la redacción ha elegido mi campeona de la década, Heat (1995; ver ficha comentada), seguida por La lista de Schindler (1993), muy buena, pero también muy tramposa, lo que ha hecho que yo prefiera poner en mi lista el otro Spielberg notable de la década, Salvar al soldado Ryan (1998).

En todo caso, queda claro que el género que reina por votos en ambas listas es el policiaco en todas sus variantes, con puestos más altos en la lista de redacción ocupados por ilustres muestras del mismo como JFK (1991), sin duda, el mejor trabajo de Oliver Stone; Cadena perpetua (1994), película sin fisuras, perfecta, quizá demasiado perfecta…; la ya citada Reservoir Dogs (1992); L. A. Confidential (1997), una de las mejores y más difíciles adaptaciones de novela de la historia del cine; Fargo (1996) y El gran Lebowski (1998), dos vueltas de tuerca al género de unos hermanos Coen que estaban en estado de gracia; Memento (2000), donde Nolan secuestró las claves del cine negro para incorporarlas a su dialéctica de construcción de laberintos espaciotemporales; Sospechosos habituales (1995), que sigue siendo de lo mejor que ha dirigido Bryan Singer; Dark City (1998), que es mejor que Matrix (1999), por muy pronto que se despierten las hermanas Wachowski; Casino (1995), que no es tan buena como Uno de los nuestros, pero se lo perdonamos porque un Scorsese a media ración ya vale más que la ración completa de mucho de todo lo demás que quieran proponernos en una pantalla; la maravilla olvidada Días extraños (1995), de Kathryn Bigelow, que peca de autocomplaciente a medida que progresa hacia su desenlace, pero sigue siendo un imprescindible título de culto y heredera en muchos aspectos de Blade Runner; la memorable Crash (1996), que con el permiso de Inseparables, es para mí lo que más me interesa en la siempre muy apreciable filmografía de David Cronenberg; El protegido (2000), que a pesar de su tema final sigue siendo una intriga en toda regla, del mismo modo que En el nombre del padre (1993) es un drama basado en hechos reales, pero también una película carcelaria, lo mismo que Funny Games (1997), es una de las trituradoras propuestas de Haneke, pero también una inquietante intriga que juega a convertirnos en cómplices de sus asesinos. Hasta Deseando amar (2000), de Wong Kar-Wai, que es uno de los cinco mejores dramas románticos del cine de las últimas tres décadas, tiene una cobertura visual que en todo momento remite a claves estéticas del cine negro pasado por el filtro del color.

Épica y rarezas

Además de Heat, Michael Mann tiene otra ilustre representante en la década con la mejor adaptación al cine jamás rodada de la novela de James Fenimore Cooper El último mohicano (1992), una interesante y espectacular refundación de la épica cinematográfica en los noventa siguiendo una tendencia y claves que no están lejos de las que nos plantearon Ridley Scott en Gladiator (2000) (“¡Hispano, Hispano, Hispano!”), y Mel Gibson en su mejor película como director, Brave heart (1995).

El apartado de rarezas es el que más me llama la atención, con representantes de lujo como (1994), en mi opinión la mejor película que ha dirigido Tim Burton; (1997), la gran incomprendida: era una sátira del cine bélico que Paul Verhoeven puso en marcha como adaptación de la novela de Robert A. Heinlein (que por otra parte ya había desatado ecos en de James Cameron), pero la gente se la tomó en serio, para bien y para mal. Y ya se sabe que los amigos del púlpito adoctrinador de las buenas costumbres carecen absolutamente de sentido del humor y no tienen por costumbre ver más allá de sus narices, así que le dieron cera sin enterarse de qué iba la canción, tal cual suelen proceder en un contradictorio ejercicio de intolerancia, modo “disparar primero y preguntar después”.