La semilla del diablo (1968)
n edificio, casi un personaje más, en cuyas puertas se cometería uno de los magnicidios más incomprensibles del siglo XX; una joven actriz, con más de una similitud con la protagonista, víctima de un asesinato inexplicable y atroz, similar a un ritual; un líder satánico en la sombra y bautizado en el guion con el mismo nombre que el director: Roman… Pocas películas pueden presumir, (1968). Y todavía menos son capaces de esconder tan tétricas casualidades. Polanski, en su indiscutible obra maestra, relató con escalofriante costumbrismo y claustrofóbica paranoia el nacimiento del anticristo en un apartamento de Manhattan. Quizá, su intención no era tanto centrarse en las andanzas de un puñado de adoradores de Satán, sino servirse de las mismas para trazar una serie de analogías: el miedo por alumbrar una nueva vida, el sometimiento de la mujer en el hogar, el peso de la religión… Sin embargo, en su día, todos aquellos puntos quedaron injustamente arrinconados en un segundo plano.
Estás leyendo una previsualización, suscríbete para leer más.
Comienza tus 30 días gratuitos