EL DESTINO DEL ORO NAZI
Los soldados americanos descendieron a las profundidades de la mina de sal situada en los alrededores de la población de Merkers, en el centro de Alemania, y de pronto se toparon con lo que les pareció la cueva de Aladino: en la oscuridad se acumulaban enormes cantidades de piedras preciosas, lingotes de oro y cajas y sacos llenos de monedas junto a colecciones de pinturas y otras valiosas obras de arte, además de maletas llenas de bienes robados a los judíos. Los hombres se quedaron mudos de asombro.
HISTORIAS Y RUMORES
Era el 7 de abril de 1945 y la guerra estaba llegando a su fin. Las tropas aliadas se metían cada vez más profundamente en Alemania y, según iban avanzando por un país destrozado por los bombardeos, se oían todo tipo de historias, incluyendo la que levó al descubrimiento de la cueva. El 4 de abril, la 90ª División del Ejército de EE UU había ocupado la región de Turingia. Un par de policías militares americanos que patrullaban la zona de Merkers para –entre otras cosas– desarmar a los alemanes se encontraron en un camino con dos mujeres francesas que, según dijeron, se habían visto obligadas a abandonar su país para trabajar en Alemania. Una de ellas estaba embarazada, y los soldados les ofrecieron
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