Kamala Harris El poder de la esperanza
"Mi ahijado, Alexander, que tenía 7 años, se acercó a mí llorando y me dijo: “No van a dejar que gane ese señor, ¿verdad?”. Lo abracé. Y me di cuenta de que necesitaba proteger a ese niño. Aún me duele evocar su sufrimiento"
La senadora Kamala Harris (Estados Unidos, 1964) emprendió su carrera siendo muy joven. Cercana en el trato, ríe a carcajadas al recordar su asistencia a una marcha por los derechos civiles en Oakland (California): iba en un cochecito -y sin cinturón-, empujada por sus padres y acompañada por su tío; en un momento dado, la niña cayó al suelo, pero los adultos, absortos en sus reivindicaciones, siguieron su camino. Cuando se dieron cuenta de que la pequeña no estaba en su silla y echaron la vista atrás, la encontraron enfadadísima. «Según mi madre, yo me había cogido un berrinche tremendo -cuenta Harris-; me preguntó: “Cariño, ¿qué quieres? ¿Qué necesitas?”. La miré y contesté: “Libertad” -lo dice forzando la voz y pronunciando mal la palabra adrede-».
El pasado mes de agosto, aquella cría preciosa, convertida hoy en miembro del Senado de Estados Unidos, se subió al escenario de un auditorio casi vacío y, rodeada por banderas de su país, aceptó la propuesta deque más tarde impartiría Donald Trump en la Convención Nacional Republicana. «Justicia», proclamó una Harris rotunda, mientras taladraba con la mirada a su público, dispuesta a defender el derecho de la gente a tomar las calles de forma pacífica tras el tiroteo de Jacob Blake por parte de la policía en Kenosha (Wisconsin). «Hablemos de eso -continuó con firmeza-. Porque la vida de una persona negra nunca se ha valorado en América como si fuese del todo humana. Tenemos la obligación de cumplir una promesa: la de justicia e igualdad bajo la ley -dicha promesa aparece esculpida en el edificio que acoge la Corte Suprema, en Washington D. C.-». Preparando la entrevista, volví a ver aquella intervención de Kamala y me cuestioné si sus palabras serían capaces de inspirar esperanza en quienes más la necesitan. Dependiendo de a quien le preguntes, la esperanza es un concepto que pertenece al terreno de lo ingenuo o el antídoto contra el dolor compartido. Sea como sea, los más vulnerables la han ido perdiendo conforme han pasado los últimos cuatro años. Así que, a punto de encontrarme con la senadora vía Zoom, me rondan la cabeza un montón de interrogantes y cierta desconfianza. Como no quiero andarme por las ramas, empiezo por preguntarle lo que la mayoría quiere saber: ¿puede la gente que sólo ha vivido en la cara oscura de este país creer que otro político vendrá a hacer las cosas correctamente? ¿Puede la gente invisibilizada creer que alguien la ve? Harris se inclina hacia la pantalla de su ordenador portátil y me comenta que su forma favorita de darles la bienvenida a los demás es una que se emplea en varias culturas africanas: «Cuando te presentan a alguien, el saludo no es El saludo es como el ser humano completo que eres. En este momento, resulta fundamental que el ciudadano se sienta visto en su integridad, con toda la dignidad que merece».
Estás leyendo una previsualización, suscríbete para leer más.
Comienza tus 30 días gratuitos