ESPERANDO A GDANSK
DURANTE MUCHÍSIMO TIEMPO ASOCIÉ LA IDEA DE LA CIUDAD DE GDANSK CON MI DETENCIÓN POLICIACA. ERA EL 16 DE DICIEMBRE DE 1982 Y UN AÑO ANTES LAS AUTORIDADES COMUNISTAS HABÍAN IMPUESTO LA LEY MARCIAL.
Mostraban una atenuación a las restricciones mediante la liberación de Lech Walęsa, el líder sindical de Solidaridad, tras 11 meses de reclusión. Un vocero gubernamental, de manera engreída, lo describió como “el antiguo líder de un antiguo sindicato”. Estaba previsto que Walęsa diera un discurso ese día, y cerca de 40 de nosotros –corresponsales extranjeros, fotógrafos y nuestros asistentes polacos– estábamos amontonados cerca de la entrada de su conjunto de departamentos, a la espera de entrar para una entrevista.
Sin embargo, la policía nos impidió el acceso. Dado que Solidaridad estaba prohibido en ese momento, el discurso de Walęsa y nuestro intento por verlo se consideraban ilegales. La confrontación al principio fue alarmante: muchos polacos habían sido encarcelados durante la ley marcial, pero la tensión cedió su lugar al alivio cómico. Verán, yo tenía cuatro meses de embarazo y, en particular, lo polacos en nuestro grupo estaban indignados de que la policía me sometiera a estrés, no digamos que me detuviera, y así se lo hicieron saber. Pronto pareció que la mitad del conjunto de departamentos había oído que estaba embarazada. Las mujeres se detuvieron a vociferarle a la policía, que aceptó el regaño con bochorno silencioso.
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