LA LLAMADA
esulta inevitable teniendo en cuenta lo animales que somos (racionales, casi todos). Y, sin embargo, irrumpe en nuestra cotidianeidad casi siempre enmascarada, totalmente inesperada. Al principio no eres capaz de identificarla –mucho menos en las actuales circunstancias–y la confundes con la desazón, intranquilidad, nerviosismo, y las ganas irreprimibles de que tan brillantemente ha compuesto Charo Lagares en las páginas de este número, y lo entiendes. Es la primavera que llama a la ventana (nuestras puertas siguen herméticamente cerradas). "Una llamada de pura vitalidad que escuchamos todos los seres vivos". Y te relajas. Más o menos. Porque ahora sabes que a esta situación extrema se va a unir tu astenia primaveral. Pero entiendes que es la naturaleza la que te recuerda que, afortunadamente, sigues viva y te llama a actuar, a salir al exterior, a querer relacionarte… y entonces puedes volver a intentar controlar.
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