INSTRUCCIONES PARA VOLVER a bailar
En el pueblo castellanoleonés de Balboa la cotidianeidad suena a trino de pájaros, a corriente de arroyo y a silbato de afilador. Pero cada verano, durante un fin de semana, la melodía gana matices nuevos: el frufrú de tiendas de campaña que se despliegan, hornillos en funcionamiento, conciertos entre restos de murallas. Es la sinfonía de Observatorio, un festival de música y arte que lleva dos años haciendo de esta diminuta población a las puertas de Galicia un nuevo punto de reunión para la cultura patria emergente.
Lo hace conforme a valores de sostenibilidad medioambiental y social, colaboración ciudadana y respeto al mundo rural; un formato cada vez más extendido que algunos han dado en bautizar como festivales boutique.
El término no convence al equipo de Observatorio. Tampoco a los organizadores de Wakana, coinciden, remite a elitismo. En sus fiestas la exclusividad no se refleja en el precio de las entradas, pero sí en el aforo: Observatorio acoge a un máximo de 400 asistentes; Wakana Reunion y Paral-lel, a un millar respectivamente. Una menudencia en comparación con las más de 100 000 personas que se aglutinan en eventos nacionales como Primavera Sound.
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