EL CRUASÁN MÁS CARO DEL MUNDO
Es una de las cualidades que tiene el dinero y el poder: en eso consiste el lujo. Son las ocho de la mañana de un día cualquiera y estoy a punto de desayunar. Me apetece un cruasán y tengo la suerte de tener uno, envuelto en plástico y con una calidad industrial que no transmite confianza a mis arterias coronarias. En una jornada cualquiera, me lo comería y en paz, pero hoy voy a experimentar una de esas metamorfosis que a veces tenemos los periodistas del motor. Al estilo Cenicienta, me voy a convertir en multimillonario por unas horas. Y te aseguro que me cuesta poco ponerme dentro del papel.
PODER SATISFACER LOS CAPRICHOS EN UN ABRIR Y CERRAR DE OJOS
Así que en lugar de abrir esa pequeña bolsa de plástico y meterme colesterol en vena, decido pensar a lo grande y decidir que me voy a comer un cruasán como Dios manda, francés, con almendra laminada y un interior relleno de crema. Porque yo lo valgo. En esos casos, cuando decides satisfacer un capricho especial, necesitas aliados a la altura de las circunstancias. Para ir a buscar un cruasán
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