LO RARO ES VIVIR
De casa se sale llorado. Escuchando esta recomendación materna que recuerda Máximo Huerta (Utiel, 1971), uno entiende muchas cosas. Como que fuera capaz de capear el temporal al dimitir de su cargo de ministro de Cultura cuando la opinión pública se le echó encima. O todas las veces que ha desmontado tópicos demostrando que, detrás de un periodista televisivo, puede haber un espléndido narrador de también pinta, y escribe, sí. Y lo hace muy bien. No hay más que leer (Editorial Planeta), una fábula sobre un chico que vuela en secreto y que solo quiere ser él mismo, a pesar de todas las trabas que se va encontrando a lo largo de la vida. Como le ocurre a Ícaro, su joven protagonista, este libro es un salto en todos los sentidos… con vértigo incluido; de hecho, Huerta ha tardado dos años en escribirlo, siendo su proceso de creación «agotador y desconcertante». «Al final, uno escribe lo que vive, lo que lee, lo que desea… Un escritor vuelca todo eso y hace un guiso para convertirlo en novela. Y en esta se ha mezclado un tiempo de muchas turbulencias personales. Todo lo que me ocurrió en los dos últimos años me ha ayudado a que esta historia suelte lastre, ha hecho que el personaje se haya encontrado conmigo en uno de mis momentos de mayor debilidad, y eso ha favorecido, sin duda, a la novela».
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