José Luis Cuerda
En las numerosas y sentidas necrológicas que se le dedicaron a José Luis Cuerda no dejaron de aparecer todas esas frases míticas que la legión de seguidores de películas-isla dentro del cine español como siguen(1989), (1995) y (2018) han convertido en lúcidos aforismos para días, y para una España, presididos por el absurdo. O por el caos. Cuerda fue alguien realmente necesario (aunque la industria no se diera cuenta durante muchos años, con lo que numerosos proyectos se quedaran en un cajón) en un cine como el español que había perdido aquella herencia del humor surrealista (‘surruralismo’, lo bautizaría el director de otro monumento al lúcido la televisiva y pionera 1983) de autores como Tono y sus compañeros de la revista o Wenceslao Fernández Flórez, novelista a quien adaptaría en su acaso film más popular: (1987).
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