Opulencia imparable
Con el modo de conducción correcto la respuesta del Bentley y el control del chasis son impresionantes
AL SUR de Franschoek, en la reserva natural de Mont Rochelle, el asfalto recién puesto de la R45 hasta Ciudad del Cabo es una obra de ingeniería sensacional. Hace una implacable temperatura de 30°C fuera. El paisaje es un lugar ferozmente tridimensional y seco, de laderas escarpadas, picos rotos y ennegrecido desierto devastado por el fuego. Sin embargo, de alguna manera, el camino que lo atraviesa es perfecto; suave, vacío, ancho –importante cuando conduces un Bentley de última generación– y seco.
En un Bentayga W12 no te acercas tanto a las curvas como ellas se arrojan a ti, y te quedas anonadado ante el exceso de rendimiento de la unidad de doble turbo y 6.0 litros. La potencia máxima y el par son como antes, 627 CV y unos impresionantes 850 Nm, cifras que sugieren la necesidad de encender la mecha, –aunque este motor no será el primero en llegar–. A
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