TOMAR EL MANDO
La alcaldesa boliviana pensó que iba a morir. Era 6 de noviembre de 2019 y el edificio municipal estaba en llamas, incendiado tras una disputada elección presidencial y protestas que destituyeron al presidente socialista Evo Morales. La alcaldesa María Patricia Arce Guzmán, de 48 años y miembro del partido de Morales –Movimiento al Socialismo (MAS)–, escapó del humo y trató de esquivar a la multitud hostil en el exterior.
A pesar de que una rodilla lastimada la hacía cojear, corrió por las calles de Vinto, ciudad en el departamento de Cochabamba, en Bolivia central, de la que había sido alcaldesa desde junio de 2015. Perdió los zapatos, pero no dejó de correr. “Entonces me agarraron y empezaron a gritar que era una asesina”, me comentó Arce. Y así empezó un suplicio que duró horas.
Los subversivos la rociaron con gasolina. Olía a orina y cloro. Pateada, golpeada con palos y apedreada, la alcaldesa fue arrastrada descalza a un lugar en el que un hombre de 20 años, Limberth Guzmán Vázquez, había muerto en enfrentamientos entre simpatizantes de la izquierda del presidente destituido y opositores de derecha. Los manifestantes anti Morales acusaban a Arce de financiar y apoyar a los izquierdistas involucrados en la violencia que se cobró la vida del joven. “Pensé que iban a matarme, a prenderme fuego”, dice Arce.
Un hombre le derramó pintura roja encima. Una mujer le cortó el pelo color miel que le llegaba hasta la cintura. “Sentía como si me arrancara el cuero cabelludo”. Algunos en la multitud le gritaron que matarían a sus hijos. Otros le pidieron que renunciara y denunciara al expresidente Morales, quien había sido declarado vencedor en las elecciones entre alegatos de fraude. Tras perder apoyo del ejército y la policía, Morales dimitió.
En redes sociales circularon videos de una Arce angustiada pero desafiante, rodeada de manifestantes enmascarados. “¡No me voy a callar! –dijo en un fragmento del video–. Y si quieren matarme, ¡que me maten!”. Al final, gente que no conocía la alejó en una motocicleta y la entregaron a la policía para su protección.
El ataque a Arce fue un reflejo de las amargas divisiones en la política boliviana. Pero también arrojó luz sobre una contradicción: Bolivia es conocida por promover la representación de las mujeres en sus gobiernos locales y nacional, pero también es uno de los lugares más peligrosos para ser mujer. El país posee la tasa más alta de feminicidio –mujeres asesinadas por su sexo– del continente: 2.3 por cada 100000 mujeres en 2018. En 2019, 117 mujeres fueron asesinadas. Se estima que 70% de las mujeres bolivianas han sido víctimas de abuso físico o sexual.
Es por eso que Arce y muchas otras mujeres en la política boliviana dicen que el ataque provino en parte de
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