LA MISIÓN ESPACIAL QUE UNIÓ A LA HUMANIDAD
En el cabo Kennedy, el poderoso cohete Saturn V –diseñado por el equipo del ingeniero alemán Wernher von Braun– ascendía entre llamaradas aquel día, 11 de abril de 1970, a las 13.13 h, quizá para desafiar o burlarse del número más temido por los norteamericanos. A bordo de la cápsula –el módulo de mando Odyssey–, se encontraban el veterano astronauta James A. Lovell, de 42 años, comandante de la misión; John L. Swigert, de 32 y piloto del módulo de mando; y Fred W. Haise, de 36, piloto del módulo lunar, que recibió el nombre de Aquarius.
La misión Apollo 11 –la primera en desembarcar a seres humanos en la superficie de la Luna, en julio de 1969– había acaparado la atención de miles de millones de seres humanos. Sin embargo, en la siguiente, la del Apollo 12, hubo un declive del interés, puesto que se tenía la sensación de que los vuelos a nuestro satélite entrarían en una rutina astronáutica. De hecho, ninguna firma estadounidense quiso patrocinar las transmisiones al público desde la cabina del Odyssey.
Tan solo unas cien mil personas presenciaron el lanzamiento, en directo, del Apollo 13, cuando, poco menos de un año antes, casi un millón de personas habían visto el ascenso
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