SEPULTURA QUADRA
Esto sí que, en absoluto, entraba en los planes. Sepultura, tras la traumática salida de Max Cavalera en plena gira de presentación de ‘Roots’, había acostumbrado a su cada vez más menguante audiencia a un sonido acomodado y carente de riesgos y de la originalidad que les hizo mundialmente populares. Sus trabajos se podían catalogar como “buenos”, pero ninguna canción conseguía constituirse como santo y seña de la cultura rock como sí lo habían logrado en varias ocasiones pretéritas. Este proceso de desgaste les obligó a apearse de la primera división del metal, lo que provocó su entrada en un círculo vicioso de disco-gira sin llegar a ningún lado más allá de conquistar el olvido de la vieja guardia. En esta ocasión, el grupo ha conseguido algo que, a priori, se antojaba complicado: reinventarse. Complejo por el posible agotamiento creativo de la banda y por la inercia que esa dinámica disco-gira podría conllevar.
En Sepultura se han conjurado, han tomado aire, se han mirado a la cara, y con voluntad férrea han parido su mejor colección desde 1996. Varios son los factores que han contribuido a ello, para empezar, Eloy Casagrande tras el kit de batería se erige como amo y señor del trabajo. Su desempeño tras los parches es de quitarse el sombrero e incluso hace olvidar los tiempos en los que Igor Cavalera se sentaba en esa misma silla. Breaks imposibles; dobles bombos en competición; ritmos sincopados, todo al servicio de unas canciones que, ahora sí, sorprenden y destacan. Se hace bueno el dicho que un grupo es tan bueno como lo sea su batería. Las nuevas composiciones gozan de nuevas texturas y avanzan por senderos antes apenas frecuentados.
Temas en ocasiones de una inusitada violencia con un thrash metal old school que transporta a los tiempos de ‘BeneathThe Remains’, una atmósfera prog que envuelve determinados segmentos del trabajo, guiños al pasado en forma de pasajes con instrumentación tribal, detalles instrumentales muy técnicos en las composiciones, momentos (pocos) más delicados, pero todo perfectamente contextualizado dentro del marco definido por Andreas Kisser… Destacadísima también la labor de Derrick Green, más brutal y visceral que nunca cuando
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