¿EL TRATADO CULPABLE?
A ún no se había secado la tinta del Tratado de Versalles cuando se escucharon las primeras voces en contra. Y no solo desde Alemania. A su vuelta a Estados Unidos, Woodrow Wilson se topó con la negativa del Senado a ratificar el tratado y a ingresar en la Sociedad de Naciones, de la que el presidente había sido el principal impulsor. Aislacionistas, progresistas que tacharon el acuerdo de demasiado punitivo (y contrario al espíritu de los Catorce Puntos), estadounidenses de origen irlandés molestos con Gran Bretaña (Irlanda estaba en plena guerra de independencia) o simples adversarios políticos se unieron para rechazar los planes de Wilson. Esta negativa tendría consecuencias a largo plazo. La falta de compromiso de Estados Unidos con la seguridad de Europa dejó a los franceses muy expuestos ante una amenaza alemana. Esa sensación de indefensión provocó que Francia se mostrara poco flexible ante cualquier incumplimiento del tratado, contribuyendo a dar una imagen de revanchismo y a envenenar aún más sus relaciones con Alemania.
En Gran Bretaña también existió una corriente de opinión muy crítica con el Tratado de Versalles. Parlamentarios, periodistas e incluso funcionarios de la propia delegación británica mostraron su disconformidad con unas condiciones que juzgaron excesivas. Fue precisamente un miembro de esta delegación, el joven economista John Maynard Keynes, quien alzó la voz con más fuerza. Tras dimitir de su cargo como representante del Tesoro por estar en desacuerdo con las cifras de las reparaciones que se estaban manejando, publicó el ensayo (1919). En él, Keynes no dudó en calificar el tratado de “paz cartaginesa”, un acto de “codicia estúpida” que “reducía a Alemania a la servidumbre” y “completaba la destrucción económica que la guerra había causado a Europa”.
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