LA ETERNA DIVA LATINA
Cuando su descubridor la vio, supo que estaba ante la versión femenina del icónico actor italiano Rodolfo Valentino. Y no fue el único que pensó algo así. Marlene Dietrich quedó tan impresionada al conocerla, que no dudó en afirmar que el rostro más bello del séptimo arte era mexicano; y el dramaturgo George Bernard Shaw expresó que las dos cosas más hermosas del mundo eran ella ¡y el Taj Mahal! Hablamos, por supuesto, de la inolvidable Dolores del Río, la primera latina que enamoró a Hollywood. Pero más allá de ser una diosa, fue una mujer cuya inteligencia, solidaridad y elegancia hicieron que su presunta rival, la gran diva latina María Félix, dijera “¡Dolores era una cosa aparte!”.
En cuna de oro
“No pensaba en el séptimo arte… ¡pero el cine pensó en mí!”.
El 3 de agosto de 1904, en Victoria de Durango, el mundo vio nacer a Dolores, “Lolita”, Asúnsolo López Negrete. La pequeña creció envuelta en pañales de seda. Su padre, Jesús Leonardo Asúnsolo, era ganadero y banquero, y su madre, Antonia López Negrete, descendiente de la nobleza virreinal. No obstante, su idílica infancia se vio truncada en 1910 con el estallido de la Revolución Mexicana. En aquellos turbulentos años, un nombre hacía temblar a la burguesía provinciana: Pancho Villa, el general que mandaba colgar hacendados y violar a sus
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