¿DÓNDE ESTÁ EL LÍMITE?
El ojo humano tiene entre seis y siete millones de conos, unas células que, en esencia, son las responsables de que apreciemos los colores. Además, posee más de 100 millones de bastones, unos fotorreceptores muy sensibles a la luz que se encargan de que podamos ver cuando hay poca luz. Si pensamos en nuestros órganos visuales en los mismos términos que hacemos con las cámaras digitales y asumimos que cada una de esas células se corresponde con un pixel, encontraríamos que la visión humana tiene una resolución aproximada de 105 megapixeles. Lo que no está nada mal. Pero la realidad es mucho más compleja.
Los conos y bastones no se distribuyen por igual ni presentan una disposición uniforme en la retina. Por ejemplo, tenemos más de los primeros destinados a capturar las longitudes de onda del rojo y el verde que la del azul. Además, nuestros ojos se mueven constantemente para darnos la mayor información posible del entorno. Es más, nuestro cerebro no capta una imagen fija, sino una en constante evolución, construida a partir de los impulsos nerviosos que disparan estos fotorreceptores y que siempre está actualizándose. Por si fuera poco, existen puntos muertos en el campo de visión y otras áreas en las que somos capaces de percibir un mayor detalle. El cálculo, por lo tanto, se complica.
Un estudio impulsado por el científico planetario Roger Clark mostró que, para efectos prácticos, la resolución del ojo humano se aproxima
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