MUJERES DE DICTADORES
LAS ESPOSAS Y AMANTES DE LOS DICTADORES QUE PROTAGONIZARON LOS EPISODIOS MÁS DRAMÁTICOS DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL NO SÓLO ASUMIERON SU ROL DE COMPAÑERAS SENTIMENTALES. Su papel fue determinante en algunos casos a la hora de modelar al hombre que se convertiría en tirano. Ellas fueron la punta de un iceberg enorme de admiración femenina hacia unos hombres dispuestos a llevar a sus respectivas patrias a la gloria eterna. Mujeres que sentían fascinación por aquellos hombres sin demasiado atractivo físico, pero con una intensa atracción personal y que se convirtieron en elemento fundamental para que sus planes populistas llegaran hasta donde llegaron. Hitler y Mussolini, por ejemplo, recibían diariamente cientos de cartas de admiradoras que se rendían a sus pies y les ofrecían su propia vida. Vidas que, en muchos casos, terminaron dramáticamente cuando se acercaron a sus líderes. El suicidio fue de la mano de muchas de las historias de amor de aquellos dictadores que, a pesar de su misoginia y su comportamiento violento despertaron en las mujeres sorprendentes sentimientos de afecto tan intensos.
Mientras que Mussolini convirtió la admiración de sus seguidoras en un desfile desaforado de encuentros sexuales en el Palazzo Venezia y Hitler las rechazaba en un obsesivo intento de mantenerse fiel únicamente a Alemania, Stalin atrajo a muchas mujeres, a pesar de sus defectos físicos y la brutalidad de su comportamiento. Fueron muchas las mujeres que se acercaron a estos hombres que pasarían a la historia más oscura de Europa.
BENITO MUSSOLINI
A lo largo de toda su vida, Benito Mussolini necesitó saciar sus deseos sexuales con un incalculable número de mujeres. A pesar de que podría haber amado sinceramente a alguna de ellas, como sería el caso de Clara Petacci, lo cierto es que siempre necesitó poseer a multitud de mujeres, algo de lo que, por otro lado, se vanagloriaba sin ningún tipo de remordimiento. En cierto ocasión aseguró que “la multitud, como las mujeres, está hecha para ser violada”. Algunos de sus biógrafos llegaron a contabilizar hasta seiscientas las mujeres que tuvieron algún tipo de relación con Mussolini.
Cuando aún no era más que el hijo del tabernero del pueblo, Mussolini se encaprichó por la joven de dieciséis años que trabajaba en el bar de su padre. Benito, que conocía a Rachele desde que eran niños, tras varias semanas de infructuoso cortejo decidió cortar por lo sano y utilizar una técnica muy poco ortodoxa para convertirla en su novia. Un día se presentó en casa de la joven portando un arma y le espetó a la madre de Rachele: “Ve este revólver, señora , contiene seis balas. Si Rachele continúa rechazándome, habrá una bala para
