MI BANCO HABITUAL AHORA NO ME HACE FELIZ
Sorprende ver a un sector acostumbrado a que las cosas (casi) siempre le fueran bien, y con toda la magia y deslumbramiento que lo ha rodeado, cómo se enfrenta a una situación que recuerda bastante a la que vive un sector aparentemente pedestre como el de la distribución. Hoy, lo que en el mundo anglosajón se denomina main street banks (la banca de la calle o banca comercial) está inmerso en una crisis doble: de modelo de negocio y de resultas de un marco regulatorio forzado tras los excesos de los alegres años que preludiaron a la Gran Recesión, la peor desde la década de los treinta. Un botón de muestra, aunque no único: el crédito al sector privado creció en el mercado español un 221% entre los años 2001 y 2007, según el Banco de España.
Pero, así como el sector bancario ha vuelto a demostrar una vez más su capacidad de gestión para seguir creciendo y generando beneficios, aun en tiempos difíciles y niveles de capital regulatorio y de control de riesgos más exigentes y estrictos –la cuantiosa rentabilidad perdida tardará mucho más en recuperarse–, han aparecido unos inesperados advenedizos que se están llevando a su clientela poco a poco. Son los bancos alternativos, llamados genéricamente neobancos, o las firmaspor su insatisfacción, pero, siendo el dinero cobarde, por encima de ella está la confianza (equivalente a regulación) que es superior en la banca tradicional. El trasvase se está produciendo porque los están afianzando la confianza, están entrando en zonas reguladas, con las licencias adecuadas y eso favorece el cambio”, afirma a Salvador Casquero Algarra, profesor del programa directivo Innovación Digital y Fintech, del Instituto de Estudios Bursátiles.
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