EL PASADO ES PRESENTE
LA IDEA ORIGINAL no era muy ambiciosa: un salón de té en un apartamento vacío. Sin embargo, esto no es sólo un salón de té: es un salón de té que se convertiría en una obra de arte. No era la primera vez que el artista Hiroshi Sugimoto, de 70 años, diseñaba un salón de té. Hay uno en su estudio neoyorquino de Chelsea; en 2014 diseñó una casa de té de cristal en la isla de San Giorgio Maggiore en Venecia, que con el nombre de Mondrian debutó en la Bienal de Arquitectura de Venecia. En este caso, se trataba del encargo de una pareja, ávidos coleccionista de arte asiático, que ya había comprado trabajos anteriores del artista. Supieron entender que para Sugimoto, nacido y criado en Tokio (donde aún reside durante la mitad del año), la ceremonia del té es mucho más que un ritual cultural. Tal y como él mismo ha escrito:
“En el siglo XVI, los japoneses cultos de cierto estatus social adoptaron la costumbre de participar en los rituales que rodeaban la ceremonia del té. El acto cotidiano de preparar una taza de té para las visitas se elevó a la categoría de arte, acompañado de un esmero meticuloso que tenía como única finalidad entretener a los invitados. La ceremonia tenía lugar en una estancia pequeña, adornada únicamente por un cuadro exquisito decorado con flores que hacían destacar su belleza. La elección de los cuencos de té, que debían tener la forma y el color adecuados, recibía una atención especial. Para completar el ritual, todos los movimientos de quien oficiaba la ceremonia debían
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