Los mundos de Martin Parr
MARTIN PARR AMA BENIDORM. Y las pieles chamuscadas por el sol. Se “pone” con un orilla infestada de toallas que se tocan unas con otras y ese ritual de reproducir nuestro salón frente al mar. “Me encanta todo lo que conlleva un día de playa, es muy especial. Es algo de lo que nunca me canso; si te detienes y observas con calma lo que ocurre a tu alrededor, verás un pasaje inagotable que explorar”. La manera en la que el fotógrafo británico (Epsom, 1952) incrementa la emoción en sus palabras cuando iniciamos nuestra conversación hablando del turismo global, uno de sus temas predilectos, hace difícil imaginar que al otro lado del hilo telefónico tengamos a una de las mayores eminencias en la fotografía del siglo XX. Miembro de la agencia Magnum desde 1994, y reconocible por su factura basada en el ‘abuso’, el primer gran estudio sobre su obra que publica la editorial Phaidon estos días, es un reflejo de su talante vitalista capaz de transformar la fotografía documental en esa dosis de humanidad que cualquier gobierno debería tener en los tiempos que corren. Y de sacar siempre una sonrisa al espectador. “El humor y la ironía han sido siempre instrumentos muy importantes en mi trabajo. Debemos reírnos si queremos sobrevivir en un mundo como este”. Y es que ni él mismo escapa de su vis cómica. Prueba de ello es la serie de ‘falsos’ autorretratos que inauguran el libro, en los que Parr parece un muñeco de la cultura pop acompañando al presidente ruso Putin en una clase de yudo, musculándose a lo Arnold Schwarzenegger o como un escritor beatnik extasiado por ver la torre Eiffel por primera vez.
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