Piedra a piedra
“ES DE GRANO COMPACTO, homogéneo, cristalino, que recuerda al azúcar”, escribió en cierta ocasión Miguel Ángel, el genio del Renacimiento, sobre el mármol que encontró en el monte Altissimo, en la región de la Toscana. De aquella blanca materia prima saldrían años más tarde esculturas de Auguste Rodin, Isamu Noguchi o Joan Miró, además de monumentales edificios como la catedral de San Isaac de San Petesburgo –llamado así por su similitud con el color de las palomas blancas–, el azul antiguo o el , colocando a Italia como uno de los lugares de referencia para este material. No sólo mármol, por supuesto, sino que a la lista se le suman el granito, el basalto o el travertino, una industria que el pasado año alcanzó los 345 millones de euros. “La piedra italiana es de las más vendidas internacionalmente, con un 13,5% del mercado, por detrás de China, que ocupa el 35,8%. Entre las dos copan la mitad”, explicaba Marisa Carrio, editora del periódico digital especializado , en una entrevista para el diario . Un momento dulce, el de la piedra, que se ve favorecido por la creciente tendencia hacia los materiales naturales, desnudos, en algo que se podría calificar como nuevo brutalismo.
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