EMPIRE STATE OF MIND
UANDO UNO CAMINA POR el C Distrito Garment de Midtown, es necesario esquivar un poco de todo; andamios oxidados, neoyorquinos de hombros implacables, turistas perdidos en Google Maps y discusiones callejeras entre alfombras de cartón. En el número 240 W de la calle 35, lo que uno se encuentra es la calma de un edificio de oficinas de cuando todavía no había internet; de esos en los que parece que queden unas cuantas mudanzas pendientes para habitarlo.
“Es importante que veas aquello que representamos. Si nosotros no representamos [la marca], ¿por qué íbamos a esperar que tú fueras a hacerlo?”
Al subir el ascensor y llegar a las oficinas del diseñador Thom Browne, primero hay que llamar a un timbre que se encuentra junto a una puerta de cristal protegida por unas persianas. Lo que sigue después es un pasillo de paredes de mármol gris a cuyo término espera un escritorio embotellado sobre el que reposa una máquina de escribir y una lámpara con unos cuantos años encima. Tras el mueble: nadie.
Las primeras personas vivas en toda la planta son dos empleados que salen de dos puertas
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