SOPHIE AUSTER BAILANDO CON LOS ÁRBOLES
on las diez de la mañana de un frío día de febrero en Madrid. Cuando llego a nuestro punto de encuentro, una arboleda a la orilla del río Manzanares en El Pardo (Madrid), Sophie Auster ya está allí. Habla por teléfono sentada, al resguardo, en el interior de la autocaravana que hemos alquilado para hacer las veces de camerino en la producción de fotos. Es irremediablemente atractiva: piel impecable, ojos verdes muy expresivos y boca rotunda, que enmarca unos dientes que asoman algo superlativos. Está delgada, pero no en exceso, y llama la atención cómo se mueve: con gestos delicados y majestuosos, como de bailarina. Es fácil imaginársela ejecutando el solo de Odette de en una actuación infantil, con sus famosos padres en el . Cuando cuelga, se percata de mi presencia y me mira con una sonrisa irresistible. Rompo el hielo (nunca mejor dicho) pidiéndole perdón por adelantado, por el frío que preveo que va a pasar por
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