TIBURÓN
En Tiburón, Steven Spielberg nos ofrece una lección sobre cómo organizar el caos dentro del plano, trabajando a varios niveles de significado que le permiten al mismo tiempo definir personalidad, inquietudes y emociones de sus personajes ante el viaje del héroe, facilitando al espectador la inmersión total en su mezcla de terror y aventuras.
Hay tres momentos claves que definen la película. El primer ataque marcado por la música de John Williams sobre los créditos, que anticipa incluso las imágenes en el punto de vista subjetivo del escualo, lo que humaniza a este, otorgándole toda la identidad del asesino en serie y obligando al espectador a mirar a través de sus ojos, convirtiéndolo así al mismo tiempo en verdugo y víctima, fórmula aplicada previamente en , película que junto con y su Brody, presentado como un hombre frenado por sus temores que deberá madurar en el viaje del héroe. Le vemos en la reunión del Ayuntamiento en un falso ejercicio de liderato, separado y en soledad frente a políticos y ciudadanos, pero incapaz de imponerles su criterio, cosa que sí hace Quint, el cazador de tiburones, presentado con el plano de las uñas arañando la pizarra (2), seguido por primer plano de la mujer que ejerce como personaje eje de este fragmento y acompañado por un trávelin lateral que conduce nuestra mirada en paralelo a la de los asistentes en la reunión: inmersión del espectador en el relato en todo momento.
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