El 2 de agosto de 1993 se avecina una tormenta en Savona, NY, y el pequeño Dalton, de 18 meses, no da tregua a Doreen, su madre. Le están saliendo los dientes y no para de llorar.
Son las 9:10 de la mañana y Derek, de 4 años, llega tarde al campamento de día que se realiza en el parque Conser Memorial. Está impaciente y le suplica a su madre que le permita ir solo. Doreen piensa: "Después de tres semanas, se conoce el camino". Una pequeña muestra de independencia hacia su pequeño, que en dos días cumple 5 años.
Entonces acepta. Dobla una servilleta de papel y la introduce en la bolsa de nailon marrón con dibujos azules en la que Derek lleva su almuerzo, el cual esa mañana consta de un sándwich de mortadela, un plátano, unas galletas caseras de mantequilla y un Kool-Aid rojo.
—Está bien, mamá. Iré solo —dice Derek.
Da un beso a su madre y le dice:
—Te quiero.
Ella responde:
—Yo también te quiero.
Por último, ve a Derek saltar del escalón trasero y marcharse hacia el parque.
Es la última vez que ve a su pequeño, revoltoso y valiente niño con vida.