Sin duda, la raíz de todas las virtudes es la humildad, y la raíz de todos los vicios es el orgullo. Decíamos en la clase anterior que la humildad es la virtud que nos hacer ser más lo que Dios quiere que seamos. Si pensamos en Jesucristo, en el impacto que su vida ha hecho en la sociedad, tiene que ver con la humildad. Si investigamos que pensaba Aristóteles u otros filósofos griegos de la humildad vemos que la veían como algo despreciable, casi como la cultura de hoy ve la humildad. Vemos en los deportes como dicen que hay que tener “amor propio”, “autoestima” si no te pasan por encima. Y en general nuestra cultura pareciera que cada vez desprecia un poco más la humildad.
Es muy maravilloso pensar en el impacto que la venida de Cristo trajo al mundo. A partir del cristianismo la humildad comenzó a ser la virtud más preciada de todas, porque esa es la que nos hace justamente más como Dios es, como nos dice Filipenses, por ejemplo. O cuando Jesús, la única vez que habla de sí mismo “aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”.
Es algo que siempre deberíamos estar repasando, sabiendo que, por causa de la invasión del pecado en la naturaleza humana, es una rareza, no es lo natural para nosotros ser humiles y mantenernos humildes. Entonces es algo que debemos procurar alcanzar y mantener con la ayuda del Señor.

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