Cualquier entrenador o comportamentalista sabe qué es un perro roto, da igual que se dedique al trabajo deportivo, al comercial o la resolución de problemas de comportamiento. Como con el amor, resulta difícil definirlo (aunque lo intentaremos el jueves) pero es muy fácil de reconocer. He tratado largamente con perros rotos en diferentes áreas, desde perros rescatados que han sufrido terriblemente, hasta perros de deporte, pasando por perros de particulares. Aunque existe una fuerte sensibilidad hacia estos perros, las medidas para ayudarles y lograr que se rehagan son contraintuitivas en muchos casos. Muchos perros perros rotos solo logran mejoras parciales cuando hacemos -durante o después del tratamiento- las mismas cosas que haríamos con un perro que no hubiera sufrido ese trauma, pero que fuera más sensible o medroso. Esto más que solucionar perpetúa su ruptura emocional, aunque la alivie mínimamente por unos momentos. El kintsugi es la técnica japonesa para reparar las roturas de la cerámica usando resina y polvo de oro, lo que se ve perfectamente en las líneas de rotura. Esto hace que lo roto ni sea desechado ni se trate como algo que nunca se rompió, sino que se le crea una categoría propia, con normas propias. Se explicita la rotura, se pone de relieve y valoriza la reparación, lo reparado queda reivindicado como algo de una hermosura plena, pero distinta. Y lo que hay que hacer con los perros rotos es lo mismo: Can-tsugi, aportándoles nuevas y diferentes herramientas emocionales con las que no volverá a ser el de antes, porque eso ya es imposible, pero sí un perro nuevo, con nueva seguridad y nueva fortaleza: Un perro diferente, pero un perro feliz. Y de eso hablamos en este programa.