Este es un relato en homenaje al maestro J.R.R. Tolkien y el poema mediante el cual trató de poner en valor el género fantástico, largo tiempo denostado por académicos e intelectuales de su tiempo. Tolkien se lo escribió a su a amigo C.S Lewis tras una conversación en la que Lewis ponía en duda el valor de los mitos y leyendas fantásticas más allá de unos meros principios estéticos.

"Crear es penetrar en el reino objetivo y supra humano de la Fantasía, tras el cual “existen voluntades y poderes reales que no dependen de las mentes e intenciones de los hombres.” La visión de Tolkien coincide, por tanto, con la tradicional. No en vano, inventar proviene del latín, “invenire”, o venir hacia dentro, vocablo que originalmente significaba de hallar o descubrir. Por lo tanto, quien inventa solamente descubre algo que existe previamente en el mundo de la Fantasía, al que se accede ensimismándose: es decir, metiéndose dentro de uno mismo. Convencido de que la Fantasía existe por sí misma y es independiente de nuestra voluntad, nuestro querido profesor la consideraba un mundo secundario, frente a la vigilia, ese mundo primario que habitamos cuando estamos despiertos: otorga así a ambos la misma realidad".

Miguel Salas Díaz.

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