A diferencia de otros intelectuales de su época, la escritora Virginia Woolf no miraba el cine con distancia o condescendencia. Donde autores como Gorki y Tolstoi solo vieron una manera de hacer portátil una obra de teatro, Woolf intuyó algo más: un futuro esplendor donde el cine se libera de la obligación de contar historias para abrirse a la creación de símbolos nuevos e indescifrables, adelantándose a las obras fundamentales de Fellini, Welles, Lynch, entre otros.