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Inclusión Radical: Un viaje unificador a través de las montañas
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Inclusión Radical: Un viaje unificador a través de las montañas
Libro electrónico187 páginas

Inclusión Radical: Un viaje unificador a través de las montañas

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«El camino de la montaña, como el de la vida, no se recorre con las piernas, sino con el corazón».
En las majestuosas montañas, donde la naturaleza se eleva en su máxima expresión, un grupo de apasionados aventureros ha formado un club de montaña en el que nadie queda fuera. Este libro te invita a vivir un emocionante viaje hacia las cumbres, pero también hacia el corazón de la inclusión y la camaradería. Conocerás a un grupo diverso de montañistas, con sus propias habilidades y desafíos únicos. Novatos y expertos, jóvenes y mayores; todos se reúnen bajo el mismo cielo estrellado para conquistar las montañas juntos. A través de experiencias compartidas, aprenderás sobre la importancia de la solidaridad, la adaptabilidad y el respeto por la naturaleza. Inclusión radical. Un viaje unificador a través de las montañas es un canto a la inclusión y la pasión por la aventura. Únete a este viaje extraordinario y descubre cómo el espíritu humano puede alcanzar las alturas más inimaginables.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento16 feb 2024
ISBN9788419999009
Inclusión Radical: Un viaje unificador a través de las montañas

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    Inclusión Radical - Christián Rodríguez Morales

    Introducción

    Muchos aún se sorprenden cuando ven a personas con discapacidad haciendo actividades de montaña, como si fuera algo novedoso o extraordinario. Lo cierto es que han estado presentes en todas las culturas del mundo, desde siempre, viajando, explorando, migrando, buscando refugio. Las personas con discapacidad siempre se han movido por el mundo acompañadas de familiares, amistades e incluso en solitario.

    La primera historia documentada sobre uno de estos viajeros nos lleva siglos atrás, a conocer a un hombre extraordinario, James Holman, conocido como The Blind Traveller, el viajero ciego. Nacido un 15 de octubre de 1786 en Inglaterra, quedó ciego, parcialmente sordo y paralítico a los veinticinco años a causa de una enfermedad mientras servía como teniente en la armada real británica. Obteniendo una pensión de por vida, solicitó estudiar medicina y literatura en la Universidad de Edimburgo para luego ir al extranjero en el Grand Tour de 1819 a 1821, viajando en solitario por varios países de Europa. Un año más tarde, solicitó una subvención para realizar un viaje alrededor del mundo de oeste a este, algo inédito para la época para cualquier persona, con o sin discapacidad. La subvención le fue concedida varios años más tarde y pudo dar inicio a un viaje extraordinario que duraría cinco años. En 1832 se convierte en la primera persona ciega en dar la vuelta al mundo. Pero el viaje no terminaría allí, gracias al éxito alcanzado en la venta de sus libros, pudo financiar más viajes y siguió haciéndolo. Para el año 1846 ya había pisado todos los continentes habitados. Escaló muchas montañas en su camino, como documenta en sus memorias; entre ellas su ascenso en caballo a la Table Mountain, Ciudad del Cabo, Sudáfrica, en el año de 1829, montaña poco explorada en esa época. Otro ascenso muy bien descrito en sus publicaciones fue el que hizo andando hasta la cumbre del monte Vesubio, y que cuenta cómo logra circunvalar el cráter, llenando sus botas de ceniza y chamuscando su bastón. Solía decir que como mejor veía las cosas era con sus pies, por lo que hace descripciones sorprendentes de los lugares que visitó. Tras su muerte en 1857, pasó a la historia como el viajero ciego más famoso del mundo, citado por el mismísimo Charles Darwin como un referente para conocer la flora del océano Índico. En el año 2017, la asociación sin ánimo de lucro LightHouse for the Blind and Visually Impaired, Faro Para Ciegos y Deficientes Visuales, crea en su honor el Hofman Prize, para dar apoyo a personas ciegas y con baja visión con espíritu aventurero.

    Pero quizá esta es la única historia de aquella época bien documentada. De hecho, la mayoría de historias que se difunden no son más que fábulas y leyendas que podrían no ser ciertas, o se han exagerado con el pasar de los años. Como una que nos viene de Damasco, en 1889, gracias a una fotografía de Tancrède Dumas, en la que se ve una persona ciega llevando a sus espaladas a otra que tiene algún tipo de deformidad física. Se sabe que eran viajeros y que se ayudaban entre sí, uno aportando la visión y el otro la movilidad. A partir de aquí no se sabe nada más, aunque en internet abundan las publicaciones en las que se cuenta que se llamaban Sammir y Muhammad, que uno era cristiano y el otro musulmán, uno pobre y el otro rico, ambos huérfanos, y que cuando uno de ellos falleció, a las pocas semanas lo hizo el otro de tristeza. Rondan muchas versiones de esa historia, todas dramáticas, conmovedoras y romantizadas de lo que se cree podría ser la inclusión en todos sus contextos sociales, económicos y culturales. Pero es probable que ninguna de ellas sea cierta.

    Hay muchas historias como estas, incluso de épocas anteriores, de personas con discapacidad viajeras y exploradoras que se aventuraron a navegar por el mar, a escalar montañas y atravesar desiertos, pero que no se documentan porque se realizan en contextos diferentes del ocio. La mayoría de estos viajes se realizan de forma forzosa, obligadas a migrar huyendo de la pobreza o de conflictos armados: andando por extensos desiertos entre México y EE. UU., navegando en pateras de África a Europa, retando la impenetrable selva del Darién entre Panamá y Colombia o atravesando montañas entre Asia y Europa, en pleno invierno, con familias enteras. Todas estas historias que quedan invisibilizadas por medios de comunicación, que se fijan de manera exclusiva en los elitistas viajeros que cuentan con muchos recursos económicos, que por más aventureros temerarios que parezcan, lo son desde una posición acomodada.

    Por esa razón el Everest es la montaña de referencia a nivel mundial, donde confluyen personas y marcas comerciales; de ahí su fama, porque es la que más presencia tiene en los medios de comunicación. Es por eso que conocemos historias de tantas personas con discapacidad que han coronado dicha montaña: personas ciegas como Erik Weihenmayer, de Estados Unidos, en 2001, quien además logra las Siete Cumbres un año más tarde. Le siguen otros ciegos, como Andy Holzer, de Austria, en 2017; 張宏/Zhang Hong, de China, en 2021; y, más reciente, el mexicano Rafa Jaime Jaramillo en 2023. También hay historias de personas con amputaciones, llamando más la atención las de miembros inferiores. Hay muchas personas que, con una sola pierna, han alcanzado la cumbre del techo del mundo. El primero —según fuentes oficiales— fue Thomas Whittaker en el año 1998; luego fueron muchos más, como el colombiano Nelson Cardona, quien lo intentó, además, sin oxígeno suplementario, pero al final necesitó utilizarlo para poder pisar la cumbre. Otra persona amputada de una pierna que conquistó la cumbre fue la célebre exjugadora de vóleibol de la India, अरुणिमा सिन्हा/Arunima Shinha, quien perdió una pierna tras ser arrollada por un tren, después que unos ladrones la lanzaran a las vías. Durante su rehabilitación, se interesó por la montaña y, tras años de preparación, no solo logró la cumbre en el año 2013, sino que también completó las Siete Cumbres en 2019. Casos de amputados dobles en esa montaña también hay: con prótesis en ambas piernas lo logra el neozelandés Mark Inglis en 2006 y el chino 夏伯玉/Xia Boyu en 2018; ambos amputados por debajo de las rodillas. Y en un caso más reciente, del 2023, हरि बुद्ध मगर/Hari Budha Magar, de Nepal, se convierte en el único —de momento— amputado doble con corte de piernas sobre las rodillas en hollar tan preciada cumbre.

    En cuanto a personas con discapacidad intelectual, parece que nadie ha logrado pisar la cumbre del Everest. Quizá porque la mayoría de personas con estas condiciones suelen ser más propensas a sufrir mal de altura en cotas menores a 2500 metros, así como ser más frecuente en ellas las lesiones en la columna vertebral a causa de portear demasiado peso. Sin embargo, varias han realizado el trekking al campamento base, situado a 5300 metros. En el año 2013, llama la atención de los medios de comunicación el caso de Elisha Reimer, un adolescente estadounidense de apenas quince años con síndrome de Down que completa el recorrido con la intención de recaudar fondos para una asociación que ayuda a familias de escasos recursos económicos y que tienen a su cargo personas con discapacidad. Y aunque Reimer aparezca en la tabla oficial como la primera persona con tal condición en lograrlo, años más tarde él mismo y su padre reconocen en un comunicado haber conocido a otra persona con síndrome de Down que ya lo hizo antes, un inglés de 35 años que, por diversas razones, ha querido quedar en el anonimato. En abril del 2018 logra llegar Max Stainton, de 25 años, con parálisis cerebral, también inglés, y para el año 2022 se hace viral la noticia de आदित्य तिवारी/Aditya Tiwari, un ingeniero informático de la ciudad de Indore, India, quien acompañó a su hijo adoptado con síndrome de Down, de tan solo 7 años de edad, llamado अवनीश/Avnish, a este afamado lugar. El pequeño Avnish había participado en unas olimpiadas especiales haciendo atletismo y Tiwari confió en que el trekking no sería complicado para él si se hacía una buena aclimatación previa a la altura. Así que entrenaron durante seis meses visitando poblaciones con altitudes de entre 2500 y 3500 metros, y plantearon el recorrido en tres semanas, y no en doce días, como se suele hacer. Fueron acompañados de un sherpa, un médico, amistades y familiares, y, según sus propios comentarios, no tuvieron ningún inconveniente en su camino.

    No cabe duda de que la cantidad de personas con discapacidad que intentan ir allí es inmensa. De hecho, la lista de récords en dicha montaña tiene su propia sección de Disabled Summiters, en la que se registran récords de ascensos de personas con, por ejemplo: fibrosis quística, Nick Talbot en 2016; un brazo amputado, Gary Guller en 2003; diabetes tipo 1, Geri Winkler en 2006; o con esclerosis múltiple, Lori Schneider en 2009; solo por mencionar algunas pocas.

    A esa lista también podemos añadir al alpinista japonés 三浦雄一郎/Yuichiro Miura, la persona con mayor edad en lograrlo. Y es que Yuichiro escaló la montaña en tres ocasiones: con 70, 75 y 80 años. Yuichiro seguía en activo cuando, a la edad de 87 años, queda con parálisis en ambas piernas, y aun así no dejó de hacer montaña. Volvió a ser noticia en agosto del 2023 en otra montaña de gran popularidad, el monte Fuji, que logra ascender con 90 años utilizando una silla de ruedas adaptada y la ayuda de varios voluntarios. La persona de mayor edad que alcanzó la cumbre de dicha montaña andando fue 五十嵐貞一/Teiichi Igarashi, con más de 101 años de edad. Y es que la discapacidad está muy ligada a las personas mayores; de hecho, una definición de la discapacidad es que es una condición a la que todas las personas nos enfrentaremos en algún momento de la vida, ya sea por enfermedad, accidente o a consecuencia de la edad.

    Otra de esas montañas famosas a la que acuden multitudes es el Kilimanjaro, de 5895 metros, la más alta del continente africano. Quizá sea la cumbre que más personas con discapacidad hayan hollado en la historia, ya que cada año se cuentan por decenas los ascensos de personas con discapacidad física, intelectual o sensorial. La primera de ellas fue Tofiri Kibuuka, persona ciega nacida en Uganda, medallista paralímpico, que coronó la cumbre en el año 1968, muchos años antes de que la montaña se volviera un destino de turismo masificado. También allí se llevó a cabo la primera ascensión con personas con discapacidad intelectual a mayor altura en el año 2019, gracias a un equipo ruso de once atletas paralímpicos con síndrome de Down y parálisis cerebral en un proyecto llamado Килиманджаро. Я могу!/Kilimanjaro. ¡Yo puedo! De todos ellos solo uno alcanzó la cumbre: Степан Безруков/Stepan Bezrukov, de 37 años; mientras que Станислав Богданов/Stanislav Bogdanov llegó a 5300, y el resto a los 4700 metros, en el campamento Kibo.

    El mismo Kilimanjaro fue el objetivo del estadounidense Kyle Maynard, luchador profesional amputado de ambas piernas y ambos brazos. Logró cornarlo sin utilizar ningún tipo de prótesis ni asistencia, más que protecciones de goma de bicicleta en sus cuatro muñones. Maynard lo intentó por la ruta normal, pero fracasó; era demasiado agotador porque la ruta tenía poca inclinación. La adaptación que él necesitaba para poder ascender montañas es avanzar por las rutas con mayor pendiente, ya que su centro de gravedad y posición boca abajo le complica el avance en terrenos llanos. Así que lo intentó por una ruta más directa y escarpada, alcanzando así la cumbre en el año 2012. Cuatro años más tarde se propone un objetivo aún mayor: otra cumbre emblemática, el Aconcagua, de 6960 metros, en Argentina. Y lo logra, pero cuando le preguntan sobre su «récord», responde que su único récord es ser la persona que más tiempo ha tardado en subir a la cumbre.

    Aparte de esas montañas hay otros casos mucho menos mediáticos, pero igual de impresionantes, como la del ruso Рустам Набиев/Rustam Nabiev, quien con amputación total de ambas piernas, sin ninguna prótesis y utilizando solo la fuerza de sus brazos, logra en 2021 la cumbre del Manaslu, la octava montaña más alta del mundo, con 8163 metros, mucho más complicada de ascender que el mismo Everest. Pero Nabiev no tuvo la suerte mediática del resto; por un lado porque la montaña no es tan famosa entre las personas ajenas al montañismo, y por otro porque la mayoría de notas son publicaciones rusas y, al menos en Europa, están censuradas.

    Pero todas estas expediciones que los medios de comunicación califican como inclusivas, en realidad carecen de todo el sentido de la inclusión. Primero porque son hazañas de atletas de alto rendimiento, varios medallistas paralímpicos, casi todos a título personal, y lo que es más importante, con grandes apoyos económicos de patrocinios y subvenciones que muy pocas personas pueden llegar a obtener, hablando de manera general tanto de personas con o sin discapacidad. Sin embargo, de esas mismas iniciativas individuales han nacido algunas propuestas de proyectos inclusivos en todo el amplio sentido de la palabra.

    Por ejemplo, la de Erik Weihenmayer, que luego de convertirse en la primera persona ciega en alcanzar la cumbre del Everest, recibe un email de varios estudiantes ciegos de una pequeña escuela en el Tíbet. Le escriben para contarle que lo admiran y que

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