evantarse a la hora que no toca pero que apetece, por fin. Comer tarde y cenar más tarde aún. Merendar helado. Y tomarlo también como postre. Dormir una siesta de esas que te dejan indefensa al despertarte durante media hora más, mirando a la nada, haciendo que llegues tarde a tomarte la copa que le prometiste a tu amiga hace tras esta mientras la piel va absorbiendo la loción a una velocidad digna de estudio. Un cruce de miradas inesperado. O muy planeado. Con la nueva estación llega el placer infinito. El de los días largos y las horas muertas que no pesan. El de las prendas que sin tener nada lo dicen todo, con escotes de vértigo que invitan a hacerse preguntas abiertas o retóricas, dependiendo de a quién se le planteen. Desde hace unas temporadas la Alta Costura de Dior se mimetiza en apariencia con la vida diaria a pesar de todo lo que encierra en ella. La exclusividad se disfraza de normalidad para poder subsistir, pero cuando se mira de cerca, se descubre lo que entraña. No se puede juzgar a un libro solo por su portada al igual que lo que nos hace atractivos va mucho más allá de lo que se ve a simple vista. El verano no se trata de un maxivestido negro con un escote infinito y una pierna que se insinúa tras varios metros de tela. El verano es lo que te hace sentir llevar ese maxivestido negro con escote infinito. Las posibilidades que en ese presente parecen infinitas y que invitan a soñar con mucho más, haciendo que te replantees todo lo que hace apenas unas semanas era un esquema inamovible.
NO MENOS DE LO QUE MERECEMOS
May 23, 2024
2 minutos
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